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Lucía y Joaquín y su manera única de cantarle al amor

Los hermanos Galán viajaron a España para promocionar su álbum ‘Son todos iguales’, pero con el sello de siempre y tan diferente que los caracteriza.

“Hace dos años y un día que vivo sin él, hace dos años y un día que no lo he vuelto a ver”. Que levante la mano quien no pueda recitar de memoria la primera estrofa de una canción que tiene más de tres décadas de vida, pero que se impregnó en la memoria popular de miles de argentinos, latinoamericanos y españoles, hayan sido o no seguidores del dúo que hizo de aquel tema todo un éxito (y un himno al desamor). Lucía y Joaquín Galán siguen 34 años después cantándole a las relaciones de pareja y a las manifestaciones del amor en todas sus formas con el estilo que hizo de los Pimpinela un dúo único en el panorama musical.

En Son todos iguales, el disco que estuvieron promocionando el pasado mes de junio en España y con el que regresarán de gira el próximo octubre, vuelven a trenzarse, gritarse, ofenderse y reconciliarse arriba de las tablas y a renovar la fórmula con la que han vendido millones de álbumes, llenado emblemáticos escenarios de medio mundo y conquistado los corazones de varias generaciones de espectadores, muchos de ellos aquí, en la tierra de sus padres (ella leonesa y él asturiano), y la que siempre les es grato pisar. “Toda nuestra vida vinimos a veranear y a pasar meses en España visitando familia y amigos, así que cuando empezamos a cantar juntos era una ilusión muy grande soñar, intentar o pensar que este país podía también tenernos como artistas. Se dio la posibilidad en el 84 y a partir de ahí, con Olvídame y pega la vuelta, pudimos venir todos los años en una época que no había tanto cantante latino, ni telenovelas, ni nada. Todavía no estaba esta movida latina tan grande”, recuerda Lucía durante su última entrevista en la planta 14 del hotel Eurobuilding, pocas horas antes de emprender el retorno a Argentina.

Un dúo fraternal

Es la hermana menor de los Galán la primera en traer a la charla aquella composición con la que saltaron a la fama, así que resulta difícil dejar pasar la oportunidad de preguntarles por el significado que tiene en sus carreras. “La canción es nuestra, pero ya sentimos también que es compartida, de todos. Es un sentimiento raro, de orgullo, lógicamente, aunque lo vemos como una película, desde fuera, como algo notable que pasa con la música y que es difícil, porque tiene 34 años en dos siglos distintos y todavía se sigue revisitando en karaokes. Valoramos eso. Ese fue el caminito que buscábamos, no hacer algo ni mejor ni peor, sino diferente”, explica Joaquín.

Todo ese tiempo transcurrido desde que iniciaron su carrera artística conjunta ha servido también para renovar tantos espectadores adeptos a esas escenas de la vida que dramatizan encima del escenario. “Si no, sería imposible sobrevivir. Tenemos un público muy familiar, de todas las edades, se han ido sumando adolescentes, niños, y han ido creciendo y se han casado y han tenido hijos y todo se fue reciclando y, desde hace algunos años, se ha ido agregando otra vez un público adolescente muy fuerte. Creo que ir de generación en generación es lo que te permite poder estar todavía actuando”, reflexiona Lucía.

Al echar la mirada atrás para repasar los momentos vividos, son muchas las cosas que se les vienen a la memoria, como el haber logrado cantar en sitios emblemáticos como el Madison Square Garden o el Radio City de Nueva York, la primera vez en Madrid, o lugares “rarísimos” como Melilla, o haber tenido la oportunidad de grabar en italiano y portugués. “Sentimos un profundo agradecimiento por poder seguir estando, porque hoy en día el artista que perdura es el que convoca público en vivo, con tanta cuestión tecnológica, bajadas y subidas en Internet, hay gente que todavía está interesada en poner el dinero para comprar una entrada para vernos y eso es ‘impirateable’ e imposible de bajar de ningún lado. Esa es la única realidad que existe, no es virtual”, confiesan.

Tantos años, tantos discos, tantos conciertos, tantos escenarios míticos, tanto éxito es lo que lleva a muchos grupos o bandas musicales a separarse y a tomar caminos diferentes. En el caso de Lucía y Joaquín, existe además el lazo familiar, que bien podría ser un hándicap, pero para ellos es toda una ventaja. “Lo nuestro no nació como dos artistas que se juntan para hacer un dueto, sino como dos hermanos que, por serlo y por coincidir en las vocaciones (en el caso de Lucía más por el teatro, y en el mío la música), pudimos encontrar en la unión de esas cosas la combustión de lo que nos entusiasmó. Luego se fue realimentando, porque cuando lo que te gusta ves que repercute en tu gente, en tu familia, en tus amigos y luego ya en el público y más y más y más, empieza a tener un sentido más importante. Ser hermanos y tener una familia como cable a tierra muy presente nos equilibró en muchos momentos”, cuenta el mayor de los Galán.

 

 

Iguales pero diferentes

Los tópicos siempre han formado parte de las letras de los Pimpinela. Sobre todo aquellos que intentan dibujar el perfil de muchos hombres, a veces con ironía, otras con humor y otra como denuncia. Porque, no se puede negar lo evidente, la platea de sus conciertos siempre ha estado mucho más llena de ellas que de ellos. De hecho, el único intento por situarse en una supuesta vereda masculina, fue todo un fracaso. “Me lo pidió una vez un señor al salir de un concierto preguntándome cuándo nos iba a tocar a nosotros. Le hice caso y el álbum incluso se llamó Ahora me toca a mí. No vendimos nada. La canción estaba muy buena, pero no le hizo gracia a ninguna mujer. Era dificilísimo cantarla en vivo. Sin duda, nuestro estilo reivindica a la mujer, era la idea y lo que salió en los 80 cuando empezamos. Esa mujer que a veces no tiene voz más que por sus artistas. Lucía le puso la voz a esas letras”.

Son todos iguales es uno de esos tópicos que explotan con humor en su nuevo álbum, “un tema divertido en el que la mujer manda cuatro o cinco típicas críticas al hombre, y que busca descontracturar un trabajo muy adaptado al presente y muy variado, con historias de pareja, como Bastardo, historias reales que sorprenden, porque uno no ve tan común que un hombre engañe a su mujer con la hermana, canciones muy entrañables de amor a un hijo o a un amigo, como Una canción para que te cuides, o un tema con Luciano Pereyra, un número uno, Si ella supiera, una balada muy bonita.

Cada uno con su sello distintivo, en todos han estado presente el amor y el desamor, emociones que para Lucía forman parte de lo mismo, se retroalimentan, aunque una dé más juego que otra al estilo Pimpinela: “Por supuesto que el desamor te da la posibilidad de interactuar más entre nosotros, de teatralizar y realzar la parte histriónica, dramática y fuerte. En el amor, cada uno canta para su lado”. Pero también otras temáticas sociales que conmueven a los hermanos. “Hemos cantado a la violencia de género (Cuéntale al mundo), a favor del matrimonio igualitario que salió en nuestro país, en contra de la xenofobia o a favor de la niñez carenciada”, detalla.

Es Joaquín el encargado de volcar al papel todas esas problemáticas que los movilizan como ciudadanos, como la violencia machista, aunque no ve que institucionalmente se hayan logrado avances en Argentina. “Lo que evolucionó es el testimonio de la gente, el compromiso de todos aquellos que les toca de cerca. Cuéntale al mundo la debo haber escrito hace 15 años, pero creo que hoy está peor la situación porque se dejó avanzar, las leyes no se cumplen, la justicia falla a la hora de tomarse en serio este problema. La mujer sigue sola ahí, a la deriva. Aunque sí creo que hay una conciencia social mucho más grande que en aquella época y un ejemplo son las manifestaciones en Argentina bajo el lema Ni una menos, que terminan aprisionando y obligando a quienes tienen el poder a tomar una decisión”, apunta. “Ahora sólo queda que la justicia también se conmueva, un pequeño detalle. La gente se solidariza, pero faltan jueces que tengan lo que hay que tener, porque si vos escuchás los casos, hay mujeres que es la cuarta o quinta vez que denuncian, cuando no tendría que existir ni una segunda vez. Hay falta de credibilidad en la palabra de la mujer y falta una acción dura para quienes cometen este tipo de actos”, agrega Lucía.

La canción sigue formando parte del repertorio de sus conciertos, incluso de los últimos que dieron en el Luna Park y en Córdoba, y la gente se pone de pie para aplaudir la causa. No faltará tampoco en la gira que emprenderán por las principales capitales de España el próximo mes de octubre, con una decena de presentaciones. Hace muchos años que convivimos con los Pimpinela. Y por más que Lucía nos lo pida a gritos, es imposible olvidarlos y pegar la vuelta.

 

 

 

Betiana Baglietto

Periodista, escribidora. Con un pie en cada orilla. Más de 10 años en España, y aún no pierdo el acento. Loca por Bruno y Mateo

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