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Tossa de Mar, todo en uno

El pueblo de la Costa Brava reúne playas paradisiacas, paisajes imponentes y una historia de siglos que todavía se mantiene en pie en gran parte de su arquitectura.

Solemos ir de pueblo en pueblo por España en busca de cascos históricos medievales, de castillos o sus restos, de viejas ciudades amuralladas, de pintorescas edificaciones blancas, de playas de ensueño…

Hay veces que tenemos la suerte de toparnos con todas esas cosas juntas en un solo sitio. Es lo que ocurre al visitar Tossa de Mar, una de las primeras paradas obligadas de la Costa Brava, subiendo desde Madrid.

Un lugar increíble, al que se puede ir a parar o se puede conocer en un día de largas caminatas. Un pueblo de costa de esos que, por su belleza, no te importa conocer fuera de la temporada estival, porque hay muchas cosas para ver más allá de sus espectaculares playas.

Entrando al pueblo, lo que primero atrae la atención del visitante es el recinto amurallado que domina esta antigua población de pescadores desde uno de sus acantilados. Es el emblema del municipio y el único ejemplo actual de población medieval fortificada que todavía existe en el litoral catalán. Construida a inicios del s. XIII, aún conserva la casi totalidad de su perímetro original. Desde una de sus tres torres cilíndricas las vistas de la playa Codolar es magnífica.

Puede llevar un buen rato subir sus escalinatas, caminar por sus murallas, recorrer sus calles de piedra perfectamente conservadas, pero merece la pena pisar cada rincón, perderse por sus pasadizos, descubrir los paisajes desde sus miradores o atravesando puertas imposibles, conocer la antigua iglesia de San Vicente, de estilo gótico tardío, construida en el s. XV sobre una iglesia románica anterior de los s. XI – XII, observar algunas de las casas que todavía se conservan de las ochenta que había en su momento de mayor esplendor.

A ambos lados de la Vila Vella, tal como se conoce el recinto amurallado, se encuentran sus playas en forma de calas, con el Mediterráneo de fondo y rodeadas de imponentes acantilados y naturaleza. A alguna de ellas se accede por unos minúsculos pasadizos desde la muralla del casco viejo. Es tanta la presencia del mar en el pueblo que hasta la diosa Minerva custodia su playa principal.

Más de una docena de playas y calas conforman la costa de Tossa, muchas de ellas inaccesibles en coche e ideales para llegar realizando rutas a pie.

Entre su playa central y al pie del recinto amurallado se extiende la parte nueva de Tossa, que luce el blanco tan característico de los pueblos de la zona, sus callecitas estrechas, repletas de pintorescos bares y locales.

Por si fuera poca su belleza, se nota el empeño del Ayuntamiento y vecinos por potenciar su atractivo y, durante nuestra visita en el Puente de Mayo, toda la localidad lucía adornos florales de variados y preciosos tipos por donde fueras.

Betiana Baglietto

Periodista, escribidora. Con un pie en cada orilla. Más de 10 años en España, y aún no pierdo el acento. Loca por Bruno y Mateo

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