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Brujas bajo la lluvia

Brujas es pequeña y en septiembre tiene un clima muy poco acogedor. Básicamente llueve. Bienvenida la lluvia, bienvenido el frío, bienvenidos a Brujas.

En la antigüedad, la ciudad creció por su industria de lana y su salida al mar. En 1297 se incorporó a Francia y esto solo trajo problemas (para variar). En 1302 el pueblo de Brujas se cansó y decidió asesinar a todos los franceses que encontró y esto llevó a una batalla y perdió Francia. Durante el siglo XV, Felipe el Bueno trajo prosperidad a la ciudad (con ese nombre, más vale que hagas cosas buenas), atrayendo artistas y personalidades de Europa. Además, la llamada Escuela Flamenca creó una nueva técnica de pintura al óleo que pronto ganó renombre internacional.

Todo muy bonito hasta que en el siglo XVI se cierra la salida del canal al mar por acumulación de sedimentos y la ciudad sufre una caída económica. En el siglo XVII comienza a desarrollarse la industria del encaje y en el XIX Brujas se vuelve una de las ciudades turísticas más importantes del mundo (ustedes dirán “Que rápido se recuperó”, pero pasaron tres siglos en tres renglones). Tanto en la Primera como en la Segunda Guerra Mundial es ocupada por los alemanes pero la ciudad, afortunadamente, permanece ilesa hasta su liberación. Hoy en día, su principal atractivo es el casco histórico y sus estructuras medievales que quedaron prácticamente intactas. Caminar por sus calles es viajar en el tiempo.

¿Qué hay para ver? Si se meten en la Wikipedia, les van a aparecer una lista de iglesias y poco más. Parecería que no hay nada relevante para visitar, lo cual es fantástico porque te libera de molestos Top Ten y te deja con la sola tarea de caminar por la ciudad, que es lo único que no podés dejar de hacer.

El turismo llegó a Brujas en el siglo XIX y nosotros nos lo encontramos recién cuando llegamos a la Market Place que es la plaza principal (donde antiguamente se hacía el comercio de lana). En el enorme espacio de una hectárea que ocupa la plaza, se destaca principalmente el Belfort van Brugges o campanario de Brujas, una edificación medieval altísima. Fuera de esto, quizás lo que más llame la atención son los edificios flacos y de colores, con techos escalonados, que rodean la plaza.

Desde allí, hacia un lado está la plaza de Burg, la más antigua de los Países Bajos y en donde se encuentra el edificio de la Municipalidad (muy bonito) y a un costado, casi escondida, está la Iglesia de la Santa Sangre. Se llama así porque guarda una reliquia con la sangre de Jesucristo. La leyenda dice que llegó a Brujas después de la Segunda Cruzada, pero lo cierto es que solo hay evidencia de la reliquia en la ciudad desde 1250, así que probablemente llegó después del saqueo de Constantinopla. El frasco en el que se conserva sí es un frasco de perfume hecho en Estambul pero tiene escrita una fecha de 1338. Les dejo la inquietud.

Hacia el otro lado de la Market Place, siguiendo una de sus muchas calles peatonales, se llega a la Iglesia de San Salvador. No tengo recuerdos de esta iglesia (viajar con un niño produce estas cosas en el cerebro materno), pero está entre las diez principales atracciones para visitar en Brujas, así que cumplo nombrarla.

Al día siguiente llovía. Compramos un paraguas para no arruinar mi bella tradición de comprar un paraguas en cada lugar que visito. Entre los motivos animal print y jean que había para elegir, mi marido optó por el de jean, vaya a saber uno por qué. Paseamos bajo la lluvia y pronto el paraguas no alcanzaba más y compramos unas bellísimas capas plásticas para cada uno. Ahora éramos tres formas humanoides paseando por Brujas, una roja y dos azules. A Matías todo el asunto de la lluvia y los paraguas le encantó. Intentó llevar el paraguas él mismo durante aproximadamente tres metros cuadrados que se hicieron eternos y hubo que dejar pasar a los carruajes dos veces.

Bajo la lluvia recorrimos el parque Minnewater y el llamado Lago del Amor. En aquel preciso momento no había demasiados amantes valientes bajo la lluvia torrencial, solo patos. Cruzamos, con ignorante felicidad, el puente que concede el amor eterno a aquellos amantes que lo crucen (“eterno” suena a tanto tiempo…) y paseamos por las callecitas del parque. A la vuelta nos cruzamos un contingente de asiáticos apostados en pleno puente. Vaya a saber cómo organiza eso Cupido.

Nuestra última actividad turística fue subirnos a uno de los barquitos que recorren los canales. La suave llovizna que caía cuando embarcamos (acá van a cometer el error de imaginarse una gran embarcación, cámbienla por una balsa grande), pronto se convirtió en lluvia y luego en diluvio, y el barquito se cubrió de paraguas como desplegando una caparazón. El recorrido se convirtió en una osadía contra la lluvia, sosteniendo el paraguas y además a un niño resbaladizo por la capa mojada que insistía en ver a los patos desde muy cerca; con ocasionales miradas de reojo a los edificios destacados del paseo. Me encantó, la ciudad bajo la lluvia es mucho más divertida (me atajo antes de que me agredan: cuando uno está de paseo y no hace frío y está todo bien).

Brujas en flamenco significa “puentes” (no se lo esperaban, ¿no?) y, aunque podría caer en la muy utilizada descripción de ‘La Venecia del Norte’, no lo voy a hacer porque se usa tantas veces que al final pierde sentido. Además, para que eso signifique algo, uno tiene que haber ido a Venecia y no todo el mundo estuvo en Venecia (por si alguien no estuvo, déjenme decirles que es ‘La Brujas del Este’). Brujas tiene canales y puentes, pero también tiene patos, tiendas de encaje y chocolate belga.

La gracia de la ciudad es la ciudad misma, es caminar por sus callecitas empedradas, recorrer su peatonales y dejar pasar a los carruajes (que pasan a toda velocidad), comprarse chocolates, maravillarse por sus edificios medievales y pasear un poquito en esos barcos chatos que recorren los canales. Todo es lindo y pintoresco. Cada rincón te inspira una foto… o varias, y ya después elegirás aquella en la que los patos miren a la cámara y la capa de lluvia se pliegue de la manera más favorable posible sobre tus curvas. Después de todo, no hay mal clima para una ciudad como Brujas, que vuelve mágica hasta a la más común de las lluvias.

Cintia Ana Morrow

Una pequeña escritora intentando hacer este mundo más pequeño...

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