Aunque a priori Ibiza combina mejor con fiesta y jóvenes, la tercera isla balear en tamaño y quizás la más famosa a nivel mundial por sus noches eternas, también tiene su gran atractivo para disfrutarla a plena luz del día y con hijos pequeños o adolescentes.
Antes que nada, hay que desechar todas las guías o los consejos que nos recomiendan visitar las calas más bonitas del lugar. No decimos que no haya que conocerlas, pero no planifiquemos pasar el día entero allí.
Calas como La Saladeta, de las más famosas, son realmente espectaculares, pero tienen un acceso muy complicado y, una vez allí, hay que hacer magia para conseguir un sitio libre en la arena.
Llegar ya entrada la tarde puede ser una buena manera de disfrutarla sin tanto agobio ni aglomeraciones. Ir en horas pico, aunque sea el mes de junio, nos dejará fuera del parking cercano (cortan la ruta de acceso mucho antes de llegar a él). La alternativa es otro estacionamiento desde el que habrá que caminar varios kilómetros hasta bajar a la cala Salada, para luego acceder a través de las rocas a su hermana menor.
Para quienes hagan parada en la cara este de la isla -Es Canar o Santa Eulalia del Río son estupendas opciones donde dormir- Cala Nova, por ejemplo, es de las más bonitas y tranquilas. Amplia, abierta y rodeada de naturaleza, con aguas turquesas y transparentes, hay días en que el mar es una piscina y otros con olas ideales para hacer surf o ir con niños no tan pequeños. Otra alternativa es cala Lenya, pegada a la primera yendo hacia el norte. Más cerca de Santa Eulalia, hacia el sur, está cala Longa, en un entorno magnífico.
En la punta norte de la isla también hay un par de playas muy recomendables para pasar el día: cala San Vicente, más urbana, porque está custodiada por unos cuantos hoteles, pero extensa y enmarcada por dos grandes montes; y las playas de Es Figueral, más silvestre y con varias opciones de deportes acuáticos para hacer con adolescentes.
Luego no puede faltar un recorrido por algunos de todas las localidades santas que tiene la isla: San Carlos, su mercadillo Las Dalias y su archifamoso bar Anita, que sorprende en una esquina en plena carretera del tan minúsculo como pituco pueblo; o Santa Gertudris, pintoresco y coqueto tanto en sus calles como en sus bares y restaurantes.
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