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La absurda caza de Messi

            Corría 1975. A mis diez años, el Gasómetro era mi segundo hogar. Una vez más, Scotta  le había robado sonrisas a mi domingo. A la salida de la cancha, mi tío –futbolista amateur criado en la cultura del barrio– me mira fijo a los ojos y me dice: “En el fútbol (y en la vida), la felicidad es efímera. Los triunfos son engañosos, Sergio. Cada mañana, millones de perdedores salimos a la calle soñando con ser Scotta. Luego, cuando Scotta falle, seremos implacables en su condena. Así somos los argentinos, Sergio”.

            Ni bien el árbitro pitó el final en el Nacional de Santiago, aquella frase de mi tío fijó residencia en mi memoria. E intuí lo que vendría. La absurda caza de Messi. ¿Por qué le trasladamos nuestras frustraciones en Messi? ¿Qué nos molesta de Messi? ¿Qué sea el mejor futbolista del mundo? ¿Qué roce la excelencia semanalmente?  ¿Acaso Messi no puede tener partidos terrenales? ¿Desde cuándo un equipo de fútbol es un solo futbolista? ¿Qué hicieron sus compañeros y el entrenador para que Messi brille en la final?

            Somos tan arrogantes que no respetamos a ningún rival. Se llame Chile (dejó afuera de Brasil 2014 al entonces vigente campeón del mundo, España) o Alemania. A todos les tenemos que ganar por goleada a los 15´. A todos los tenemos que pasar por arriba. Caso contrario, la culpa la tiene Messi. Estamos muy enfermos.  O padecemos una sobredosis de delirio o el discurso del éxito –en su versión 3.0– nos extirpó la cordura. ¿Qué explicación le encuentro a tanta sinrazón? ¡La envidia nos atormenta! No toleramos que a un compatriota le vaya de maravilla. ¿Por qué nos molesta que Messi sea ejemplo? Porque la mayoría de los argentinos no lo somos. ¿Por qué nos fastidia que el mundo admire a Messi? Porque nos duele que no seamos nosotros los admirados.

            Somos tan primarios que para masacrar a Messi lo comparamos con Diego en el 86’. Sin importar el contexto colectivo que hizo que aquella Selección de Bilardo fuese una orquesta de época. Sin importar la época ni la dictadura del destino. Algo curioso al respecto. Los mismos insolentes que “utilizan” a Maradona para aniquilar a Messi son los que condenaron (y condenan) a Diego por su adicción a las drogas y sus gambetas de filiación. Somos especialistas en juzgar a los demás. Eso sí, que nadie se atreva a juzgarnos. Nosotros orinamos agua bendita y nos confesamos en misa. No damos más de hipócritas. A nombre de los que amamos el fútbol sin trampa, ¡perdón, Messi! No te merecemos. Y no abandones nunca la celeste y blanca. Cuánta razón tenías, tío…

Sergio A. González Bueno

Persigo la oda del gol; un soneto de campeón; un poético caño, una trova de 'rabonas'; una estrofa de Diez; una copla de aliento... ¡Fútbol y letras!

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