Argentinos.es

La gran potencia iberoamericana 

El otro día al leer el editorial de Argentinos.es, titulado Vuelve la química oficial, comencé a meditar en lo obtusos que son algunos mandatarios latinoamericanos, que siguen anclados en el pasado con la trasnochada idea de mirar a España como un país enemigo.

Esa estupidez se puede escuchar en discursos, incluso presidenciales, o verla en acciones infantiles, como la retirada en Buenos Aires del monumento a Colón por considerarlo un genocida.

Francamente, hay que ser torpes para renegar del descubrimiento de América y de todo lo que esa gran epopeya le dio al continente. Para empezar, muchos de esos mandatarios de sangre extranjera, incluso española, cuya lengua es el castellano, no estarían en América si sus antepasados no hubiesen sido tan “invasores” como todos los que acompañaron a Colón.

Desde luego, algunos políticos latinoamericanos son tan tontos que les siguen el juego a ciertas potencias extrajeras, cuya alegría es vernos divididos. Los libros de historia e internet nos cuentan la manipulación propagandística e incluso sabotajes terroristas, que ya desde el descubrimiento de América urdieron ciertas potencias de la época, con el fin de arrebatarles a los españoles los territorios que hoy son nuestros. No hace falta que diga cuál es el nombre del país más tenaz en ese tema y que siempre estuvo y está al acecho para ver si puede robar un cachito más de América. Nuestras islas Malvinas o el peñón de Gibraltar son el ejemplo.

Pero volviendo a Latinoamérica. Si los políticos de allí y los de España fuesen más listos, se unirían dejando de lado sus ideas políticas. Eso eliminaría ese nuevo virus del odio, que han inoculado a los indígenas, para convencerlos de que ahora deben autodenominarse originarios. Que por cierto, según los últimos descubrimientos, los expertos sitúan el meollo de la evolución humana en África. Por tanto lo de originarios de América, queda descartado. Los humanos que encontró Colón eran tan invasores como él. La diferencia es que llegaron antes. Es decir, que si los indios eran originarios con respecto a Colón, los de Colón lo eran con respecto a los ingleses y así podemos entrar en una cadena que llega hasta el último extranjero que pisó América.

En cuanto al salvajismo que se les atribuye a los españoles, no podemos desligarlo del salvajismo de los “originarios”, pues algunas tribus, después de sus guerras sangrientas tenían la costumbre de merendarse a los prisioneros. Incluso algunos hacían sus manualidades con las cabezas, que reducían como adornos. Por tanto dejemos aquellas épocas en los libros de historia y no entremos a competir en un concurso para ver quien fue más diablo, santo o civilizado.

Los de aquella época ya no están. Lo importante es el momento actual y por eso no podemos perder el tiempo en tonterías recordando batallitas pasadas. En toda Latinoamérica los genes ya están mezclados, sobre todo, con españoles e italianos. Esa mezcla fue y es gracias a que una de las cosas buenas de España e Italia, es la escasa existencia de problemas raciales. Cosa que no se puede decir de otros países, pseudoconquistadores, que llevan el racismo en sus genes hasta el punto de ser, incluso actualmente, un gran problema social en las zonas colonizadas por ellos.

Si todos los gobiernos de Latinoamérica se preocupasen más de sus compatriotas y menos de sus doctrinas políticas, partidistas y trasnochadas, ahora seriamos un conglomerado industrial, comercial y militar de incalculable fortaleza económica. España podría ser la representación iberoamericana en Europa y toda Latinoamérica, unida a España, seria más importante que el famoso Mercado Común,  el famosillo Mercosur, o la mancomunidad de naciones británica.

Pero claro, para eso hacen falta dirigentes con altura de miras, que piensen en construir una gran potencia iberoamericana, independiente de sus ideas políticas.

El problema de los hispanoamericanos o iberoamericanos, si metemos a Brasil, es que al igual que España perdemos el tiempo en peleítas internas a ver quién manda más en su pequeñita o gran parcela de país y nos olvidamos de que podíamos ser una gran potencia mundial.

Eso lo saben las potencias extrajeras y por eso, aprovechándose de los bobos solemnes y vende patrias de turno, nos meten el germen del enfrentamiento y el separatismo.

Somos como ese estanciero, que por atender las plantitas del jardín de su rancho, se deja perder toda la cosecha de sus grandes campos.

Una cosa si es segura: si entre España y sus antiguos territorios, que ahora son libres, existiese la misma unión que tiene el Reino Unido, con Estados Unidos y Australia, ahora Latinoamérica y España marcarían rumbo en el planeta.  Pero no somos unidos. ¿Cual es la razón? Pues que a nuestros gobiernos les pasa lo mismo que al estanciero: solo miran su pequeñito jardín y no se dan cuenta de que la cosecha se la están llevando otros. Un saludo.

Carlos Ochoa Blanco

Colaborador Revista Argentinos.es

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