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Las mascotas del Estado

En esta vida hay muchos ejemplos de dependencia económica. Uno de esos ejemplos es el de las mujeres y hombres floreros, que se casan con un rico o rica y que se convierten en un juguete y mascota, a las órdenes del que tiene el dinero.

Otro ejemplo, por el que casi todos hemos pasado, es el de la época de nuestra infancia, cuando teníamos que esperar que mamá o papá nos diesen el dinero para darnos un gusto: juguetes, caramelos, pasteles, etc.

Otro es el de nuestras mascotas, que están para hacernos compañía, para querernos o incluso algunos los tienen para disfrutar de un ser dependiente, que les obedezca y les haga  sentir espectacularmente bondadosos, en el momento de darles de comer o cuando los lucen paseando ante su vecindario. 

Y otro ejemplo es el de los subsidiados, con planes del Estado, que se convierten en mascotas y floreros a los que el Estado explota mediante el chantaje del subsidio para asegurarse su voto y sentirse espectacularmente bondadoso, pagando con dinero que ha recaudado en los impuestos y que no debería ser utilizado con ese fin. 

¿Y porqué no debería ser utilizado con ese fin? Pues sencillamente porque un gobierno que se precie, no debería tener pobres en su pueblo. Por tanto, ese gobierno está utilizando el dinero de todos los que pagan impuestos, para pagar unos subsidios que tapen y remienden su ineficacia para administrar y gobernar su país.

En síntesis, que un pueblo subsidiado, es el amante del gobierno, el niño sin dinero, la mascota del Estado y el florero que lucen en esas concentraciones que le permiten al gobernante de turno colgarse medallas de bondad, por acordarse de un pueblo, que si tiene pobres, es por culpa de ella o él, que son una manga de inútiles e ineficaces gobernando, ya que son incapaces de crear las estructuras necesarias para que en su país haya trabajo para todos.  

Toda esta dependencia y la falta de libertad de las personas, se terminan cuando tienen dinero en el bolsillo. Y la única forma decente de tener dinero en el bolsillo, es trabajando. Pero también la única forma de que un gobierno pueda ser considerado eficiente es haciendo que todos sus habitantes tengan empleo para conseguir ese dinero.

Un pueblo que se gana su sustento con el trabajo, es un pueblo libre. Un pueblo que depende de subsidios y ayudas del Estado, es un pueblo mascota, condenado a la esclavitud de quien maneja los subsidios. 

Por tanto, a la hora de votar hay que elegir entre ser niños y niñas que viven de papá Estado o ser mujeres y hombres libres, que solo necesitan al Estado para que gobierne y proteja la patria, no para que ejerza de amo de sus vidas. 

Los señores feudales, en la antigüedad, ya creaban pueblos dependientes de un Rey que era dueño de vidas y haciendas. Eso mismo lo hacen hoy  los gobiernos subsidiadores. 

Lo malo es que la vagancia se extiende por el pueblo y al final, hay quien se siente más cómodo siendo mascota o florero, para ser lucido en la Plaza de Mayo, cantando con alegría ante mamá o papá Estado, agradecidos porque les da un dinero para que, como niños o niñas, puedan seguir viviendo sin trabajar.

Un saludo.

Carlos Ochoa Blanco

Colaborador Revista Argentinos.es

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